viernes, 27 de junio de 2014

Dicken Castro - Sellos y Sentidos

martes, 18 de febrero de 2014

Entrevista Pacho Santos - Revocatoria Petro

Bogotá sin gracia y sin norte

Alicia Eugenia Silva Nigrinis 
Febrero 11, 2013 

Después de casi una década de buen gobierno en Bogotá, la ciudad que alguna vez fue coqueta, ahora está sometida desde 2004 a las ineficiencias del clientelismo y del populismo. 

Entre 1995 y 2003 mejoró, por ejemplo, la calidad técnica de los funcionarios distritales y de la policía metropolitana. Se avanzó también en convivencia, respeto a la vida y cultura ciudadana. Además, la administración local hizo grandes inversiones en educación, salud e infraestructura, especialmente en los sectores más pobres de la ciudad. Aumentó el recaudo de impuestos y muchos contribuyentes aportaron voluntariamente un diez por ciento adicional para que la ciudad desarrollara proyectos de interés social. Fue tal la transformación de la ciudad que Bogotá se convirtió en un ejemplo nacional e internacional y todavía hoy los ex-alcaldes Mockus y Peñalosa se dedican a contarle al país y al mundo cómo lograron el milagro bogotano, así ya sea casi imperceptible debido a las malas administraciones que los sucedieron. 

A partir del año 2004, cuando el señor Luis Eduardo Garzón llegó a manejar la ciudad, comenzó a deteriorarse la capacidad técnica del distrito. Aunque incrementó la inversión en alimentación, esto ocurrió sin focalización, y se disparó el gasto en publicidad y en nóminas paralelas que se utilizan para mantener contentos a los concejales. Las hoy llamadas “ordenes de trabajo” aumentan artificialmente la inversión social y explican la permanencia de los miembros del antiguo Polo Democrático en el Palacio Liévano. 

El gobierno de Samuel Moreno y Clara Eugenia López Obregón terminó envuelto en tales escándalos de corrupción que Gustavo Petro, para llegar al poder, tuvo que formar su propio movimiento Progresistas para deslindarse de sus antiguos copartidarios. Adicionalmente, Petro se benefició de la división de los votos entre Peñalosa y tres jóvenes políticos locales. Mockus se apartó de Peñalosa y se alió con Gina Parody, el partido Liberal mantuvo en la contienda electoral a David Luna, pupilo predilecto de Peñalosa y Cambio Radical sostuvo hasta el final la candidatura inviable de Carlos Fernando Galán con el propósito de evitar la influencia del ex-presidente Uribe en una futura administración de Enrique Peñalosa en Bogotá. 

Desde el 1 de enero del 2012 Gustavo Petro dirige los destinos de la ciudad con un discurso de confrontación permanente y con propuestas de políticas públicas que no ha podido implementar por su incapacidad para armar equipos estables de trabajo y por la desconfianza que lo caracteriza. Esto ha resultado en la imposibilidad de administrar con eficiencia y eficacia una ciudad de ocho millones de habitantes. 

Las propuestas de Petro de densificación del centro de la ciudad, de mejor manejo de los servicios públicos y de implementación de un sistema de transporte más amable y ecológico por la carrera séptima son propuestas razonables. Sin embargo, la densificación del centro no ha comenzado, el tren ligero no es viable en el corto plazo y la recolección de basuras por parte del distrito mostró, la sorprendente incompetencia y falta de planeación del actual gerente del acueducto. 

Según el diario El Espectador, los principales asesores del gerente en materia de aseo son los señores Darío Beltrán y Oscar Salazar quienes se benefician de millonarios contratos del acueducto para el rediseño y recolección de basuras. Beltrán, antiguo militante del M19, fue empleado del señor Alberto Ríos y Salazar fue socio del señor William Vélez. Así, todo el desorden y las agrias confrontaciones del alcalde con los empresarios del sucio negocio de las basuras solo sirvieron para dejar a los bogotanos en manos de un ex-empleado y un ex-socio de las mismas personas que denunciaba el señor alcalde. A pesar de la improvisada solución de Petro, los mismos personajes que han controlado el servicio de aseo en la ciudad, desde que éste se privatizó a comienzos de los años noventa por ineficiencias de la EDIS capitalina, seguirán haciéndolo. 

A nombre de los pobres, estimulando un resentimiento social que no conocía la Bogotá de comienzos de siglo, con el respaldo de unas finanzas públicas sólidas y sin haber desmontado las nóminas paralelas, alimento principal del clientelismo, la ciudad esta sometida a un nuevo populismo mucho más voraz que el clientelismo tradicional bogotano pues los viejos clientelistas y los más recientes populistas explotan sus mayorías en el Concejo capitalino y son sus grandes beneficiarios. 

El clientelismo de antaño y el populismo de ahora hacen daño por las ineficiencias que generan en la asignación de recursos. Los subsidios y las nóminas paralelas de Bogotá dependen de los impuestos de los contribuyentes bogotanos. Así como la corrupción - cuando se sale de sus “justas proporciones” como decía cínicamente el ex presidente Turbay- revienta el sistema y daña el negocio hasta para los mismos corruptos, como pasó en Bogotá con la pasada administración del Polo; el populismo que todo lo regala y no produce nada es insostenible. Pero mientras tanto, la ciudad y los ciudadanos pierden competitividad, confianza, negocios, calidad de vida y finalmente impuestos que son la fuente de los ingresos del distrito.

Nadie advirtió sobre los descalabros que se venían gestando en la ciudad capital desde el 2004 y ya nadie le recuerda al señor Garzón la entrega de contratos a los señores Nule ni las nóminas paralelas que el estimuló pues todo se lo atribuyen a Moreno Rojas. La aceptación del gobierno de Garzón y la relativa buena imagen de la señora López Obregón, se explican fundamentalmente por los millones de pesos que se gastaron uno y otra en publicidad. El alcalde Petro se siente, acaso justificadamente, atacado por la prensa capitalina: sin lugar a dudas la corrupción rampante que encontró, paralizó durante meses la administración distrital pero el deterioro de la calidad de vida de la ciudad, otrora modelo para el país, es evidente y tiene su origen en las administraciones del Polo. 

La corrupción no se combate con discursos facilistas para enfrentar a ricos y pobres y mucho menos entregando los negocios del distrito a amigos y a empresarios sancionados por malas prácticas sino con transparencia y eficiencia en la asignación trasparente de los recursos públicos. El clientelismo y el populismo rampante son la causa principal del deterioro que ha sufrido Bogotá en la última década. 

Si el alcalde fuera mas confiado, menos autoritario, buscara a los mejores técnicos del país y fuera capaz de cortar las nóminas paralelas, Bogotá podría volver a despertar y quizás incluso recuperar algunas de las virtudes que la convirtieron durante una década en modelo de administración pública.

jueves, 16 de enero de 2014

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 Repensar a Bogotá

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En Bogotá se demostró que es posible orientar la acción de gobierno hacia intereses colectivos sin transar con el clientelismo y la corrupción, y elevando a la categoría de bienes morales la honesta inversión de los recursos públicos y la protección de la vida de todos los seres humanos. Estos fueron logros alcanzados de forma transitoria, pero su consolidación está seriamente amenazada por el clientelismo de las Alcaldías del Polo y la ausencia de liderazgo de sus Alcaldes en materia de seguridad ciudadana y protección a la vida. (p. 175)

Samuel Moreno


La Administración de Luis Eduardo Garzón marcó el comienzo de algunos de los retrocesos que ha estado atravesando la ciudad durante los últimos años. Se destaca, en particular, la falta de liderazgo en movilidad urbana, seguridad ciudadana y transparencia política. (p. 168)

Los principales problemas que enfrenta hoy la Administración de Samuel Moreno se incubaron durante los 4 años de la de Garzón. (p. 169)

Pero Samuel no sólo heredó de Lucho una máquina de reproducción política en la Alcaldía. La baja popularidad de su primer año de mandato se explica, en buena parte, por problemas de la Administración Garzón que se demoraron en manifestarse plenamente. (p. 173)

El regreso del clientelismo

… no sólo Peñalosa, sino también algunos miembros de la segunda Administración Mockus y de la de Garzón hicieron uso del intercambio de favores; además, los medios de comunicación y, al parecer, la ciudadanía en general tuvieron una actitud complaciente y permisiva respecto a esas prácticas. (p. 171)


Durante el gobierno de Garzón se observó un resurgimiento de relaciones clientelistas entre la Administración y el Concejo. Los clientelistas de antaño fueron reemplazados por otros aprendices de lo mismo, que continuaron con esas prácticas. A comienzos del cuatrienio, el concejal del Polo Carlos Vicente de Roux denunció que el Alcalde Garzón toleraba esas prácticas y que su Secretario Privado las promovía. (p. 165)

Lucho Garzón


En seguridad, Garzón ofreció continuar con el enfoque que Mockus había utilizado, aunque no lo cumplió. Nunca profundizó en una pedagogía de la seguridad ciudadana, sino que prefirió dejarla en manos del Gobierno Nacional, e invirtió grandes sumas en dotación e instalaciones de la Policía Metropolitana de Bogotá. (p. 146)

Garzón mostró muy poco liderazgo en los temas de seguridad durante su mandato. Según se decía, el General del a Policía Metropolitana de Bogotá se comunicaba más con el Palacio de Nariño que con el Palacio Liévano. (p. 152)




Garzón tenía excelentes relaciones con los medios de comunicación, y sus colaboradores eran generosos con el presupuesto a la hora de difundir los programas distritales. (p. 149)





En el gobierno de Garzón, mientras los ingresos corrientes de la Administración Central aumentaron en aproximadamente un 15%, sus gastos de funcionamiento crecieron un 35%... (167)

Bogotá en manos de las mujeres



Durante el período 2001-2003, el 70% del gabinete distrital estaba compuesto por mujeres colombianas profesionales lideradas por un Alcalde acostumbrado a interactuar con mujeres fuertes. El destino de la ciudad de Bogotá se puso en manos de mujeres que representaban ese gran cambio que se dio en el siglo XX en la educación en Colombia. (p. 123)

Mockus 2001-2003



Si bien durante este segundo período de Mockus no se presentaron tantas innovaciones como en el primero, aprobar y respaldar los logros de un gobernante anterior fue un hecho sin precedentes en la política colombiana. Construir sobre lo construido como eslogan de campaña y de gobierno significaba para Mockus continuar haciendo lo que se venía haciendo bien, pero igualmente quería decir hacer sostenibles los grandes proyectos de infraestructura desarrollados durante el gobierno de Peñalosa. (p. 118)

Peñalosa



Ante la presión de los concejales y la dificultad que ellos implicó en la “gobernabilidad” del Distrito, Peñalosa accedió a nombrar a personas de las clientelas de los concejales en puestos de bajo rango de la burocracia distrital. A este respecto, Peñalosa aceptó haber nombrado a algunos “recomendados” de bajo nivel, así como tener en cuenta como criterio para la selección de la terna de candidatos para las Alcaldías locales la relación entre éstos y algunos concejales. (p. 112)

Mockus 1995-1997



Como Secretaria de Gobierno, radiqué en el Concejo el proyecto de acuerdo del Plan de Desarrollo el 28 de abril; el concejal Dimas Rincón me preguntó, en tono jocoso, si ya había entendido la situación y venía con la “maletica” de los contratos, por cuanto nunca les había entregado la “maletica” de los puestos.

Quedé muy sorprendida por el comentario, y le respondí que durante nuestra Administración no existiría la más mínima posibilidad de negociar principios ni políticas públicas, y que el único intercambio que habría iba a ser el de argumentos. (p. 76)



El principal logro en el período 1995-1997 fue la introducción real de la separación de poderes, con tensiones, pero muy efectiva. No sólo no se paralizó el Distrito, sin que la Administración logró plantear una amplia agenda legislativa de 158 proyectos (el número más alto de las últimas cinco administraciones, de la de Castro a la de Garzón), de los cuales 61 se convirtieron en Acuerdos del Concejo… (p. 77)

Mockus, el profeta



El principal encargado del programa de Cultura Ciudadana entre 1995 y 1997, Paul Bromberg, ha descrito lo que ocurrió durante esos años como el resultado del trabajo conjunto de un “profeta” (Mockus), encargado de difundir “mensajes” y “convertir” a los ciudadanos, y de “ingenieros” (el equipo del Instituto Distrital de Cultural y Turismo), ocupados en diseñar mecanismos e intervenir contextos concretos para incentivar un mayor cumplimiento de normas. (p. 47)

Jaime Castro: ¿El Salvador de las finanzas de Bogotá?



… no deja de resultar irónico que Jaime Castro, quien con el tiempo sería visto como el salvador de las finanzas de Bogotá, se opuso en su momento a los aspectos tributarios del proyecto.  La verdad es que la reforma tributaria contenida en el estatuto—reforma que… es la base fundamental para el fortalecimiento de las finanzas de la ciudad—fue prácticamente impuesta por el Gobierno Nacional debido a su preocupación por el impacto que un colapso financiero del Distrito podría tener en las finanzas de la Nación. (p. 40)

Bogotá: el regreso del pesimismo


Durante los últimos dos o tres años, los artículos de prensa sobre Bogotá, las notas de radio y televisión, y las conversaciones sobre el estado de la ciudad, recuerdan el pesimismo que reinaba en la capital hace más o menos veinte años. Lo que se había ganado en sentido de pertenencia, optimismo y confianza en los mandatarios locales durante las administraciones de Peñalosa y Mockus, se perdió dramáticamente en el transcurso de unos pocos años. A continuación presentamos algunos pasajes sobre el pesimismo bogotano de finales de los ochenta y comienzos de los noventa que, de manera inquietante, parecen hacer referencia a nuestro presente:

Bogotá llegó, durante los años ochenta y comienzos de los noventa del siglo pasado, a los niveles más bajos de confianza en su posibilidad de superar sus crecientes niveles de deterioro e inseguridad. Como una profecía autocumplida, el pesimismo produjo el efecto de multiplicar por imitación, como una reacción en cadena, comportamientos antisociales, en una dinámica perversa en la cual cada persona encontraba ventajoso violar las normas para conseguir objetivos individuales, mientras la sociedad se hundía en una trampa de deshonestidad e insolidaridad. (p. 18)

“El deterioro de Bogotá es progresivo y aparentemente inmodificable”. Esta afirmación, hecha en la década de los años noventa, muestra la percepción que existía sobre Bogotá en tiempos pasados. Era común oír a sus habitantes describir a Bogotá como un lugar caótico e ingobernable, en el que se hacía cada vez más difícil vivir. (p. 18)

Algunas de las percepciones ciudadanas de esa época fueron la falta de sentido de pertenencia, el desarraigo de la mayoría de la población, y su corolario natural: la ausencia de civismo y solidaridad. (p. 19)

Para finales del siglo XX la politiquería era vista como un fenómeno ampliamente difundido y como una de las principales causas del estancamiento de la ciudad: “la corrupción ha llegado a niveles insospechados, hasta el punto que los fortines políticos de las secretarías se han convertido en botines saqueados permanentemente”. (Saldarriaga, A., Rivadeneira, R., y Jaramillo, S. Bogotá a través de las imágenes y las palabras. Bogotá: Tercer Mundo Editores y Observatorio de Cultura Urbana, 1998, p. 205).  (p. 27)

“El colapso de Bogotá” de comienzos de los años noventa estaba materializado, de manera más clara y palpable, en la destrucción del espacio público de la ciudad. (p. 27)

A comienzos de los años noventa, la manifestación más cotidiana y visible del pesimismo y abandono en que vivía Bogotá era justamente el irrespeto por las normas, la agresividad y el desorden que se habían tomado las calles de la ciudad. (p. 32)


La autora

Alicia Eugenia Silva
Entre 1974 y 1986 laboré en el sector universitario y de investigaciones académicas en Colombia. Desde 1987 he sido gestora de proyectos culturales y a partir de 1995 fuí una funcionaria pública muy visible en la capital del país. Entre 1995 y 1997 tuve la responsabilidad civil de la seguridad de Bogotá. De 2001 al 2003 fuí jefe de gabinete (Chief of staff) de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Actualmente sigo promoviendo proyectos culturales y posicionando temas de gran importancia en la política colombiana como son: la cultura de la legalidad y la defensa de la vida de todos mis compatriotas.