Durante los
últimos dos o tres años, los artículos de prensa sobre Bogotá, las notas de
radio y televisión, y las conversaciones sobre el estado de la ciudad,
recuerdan el pesimismo que reinaba en la capital hace más o menos veinte años.
Lo que se había ganado en sentido de pertenencia, optimismo y confianza en los
mandatarios locales durante las administraciones de Peñalosa y Mockus, se
perdió dramáticamente en el transcurso de unos pocos años. A continuación
presentamos algunos pasajes sobre el pesimismo bogotano de finales de los
ochenta y comienzos de los noventa que, de manera inquietante, parecen hacer
referencia a nuestro presente:
Bogotá llegó,
durante los años ochenta y comienzos de los noventa del siglo pasado, a los
niveles más bajos de confianza en su posibilidad de superar sus crecientes
niveles de deterioro e inseguridad. Como una profecía autocumplida, el
pesimismo produjo el efecto de multiplicar por imitación, como una reacción en
cadena, comportamientos antisociales, en una dinámica perversa en la cual cada
persona encontraba ventajoso violar las normas para conseguir objetivos
individuales, mientras la sociedad se hundía en una trampa de deshonestidad e
insolidaridad. (p. 18)
“El deterioro de
Bogotá es progresivo y aparentemente inmodificable”. Esta afirmación, hecha en
la década de los años noventa, muestra la percepción que existía sobre Bogotá
en tiempos pasados. Era común oír a sus habitantes describir a Bogotá como un
lugar caótico e ingobernable, en el que se hacía cada vez más difícil vivir.
(p. 18)
Algunas de las
percepciones ciudadanas de esa época fueron la falta de sentido de pertenencia,
el desarraigo de la mayoría de la población, y su corolario natural: la
ausencia de civismo y solidaridad. (p. 19)
Para finales del
siglo XX la politiquería era vista como un fenómeno ampliamente difundido y
como una de las principales causas del estancamiento de la ciudad: “la
corrupción ha llegado a niveles insospechados, hasta el punto que los fortines
políticos de las secretarías se han convertido en botines saqueados
permanentemente”. (Saldarriaga, A., Rivadeneira, R., y Jaramillo, S. Bogotá a través de las imágenes y las palabras. Bogotá: Tercer Mundo Editores y Observatorio de
Cultura Urbana, 1998, p. 205). (p. 27)
“El colapso de
Bogotá” de comienzos de los años noventa estaba materializado, de manera más
clara y palpable, en la destrucción del espacio público de la ciudad. (p. 27)
A comienzos de
los años noventa, la manifestación más cotidiana y visible del pesimismo y
abandono en que vivía Bogotá era justamente el irrespeto por las normas, la
agresividad y el desorden que se habían tomado las calles de la ciudad. (p. 32)
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